
Las gotas de sudor que recorrían la espalda de varias señorías en el Congreso y en el Senado esta semana ya no eran una metáfora. Rostros preocupados, ceños más fruncidos, sonrisas forzadas ante los flashes, gotitas que perlan la frente hasta de los más flacos, maquillaje que empieza a estar algo churretoso entre las damas.